viernes, 3 de mayo de 2013

Oír el silencio

Existe un miedo a oír el silencio, es un miedo transversal que ataca a todos los seres humanos.
Estamos en una habitación, llegamos luego de realizar nuestros quehaceres diarios, no hay nadie en casa. Encendemos las luces y prendemos la televisión o algún equipo de audio, también un computador. No queremos estar solos, tenemos un miedo incontrolable a la soledad y a las voces que esta trae, tememos oír el silencio.

Porque con el silencio aparece la voz de la conciencia, esa voz que juzga no solamente a los demás sino que te juzga a ti, y es tu peor juez puesto que conoce todos tus actos e incluso todos tus impulsos no manifiestos, conoce tus motivaciones e ideas aún mejor que tú. Es el juez supremo, si existiera un dios, por lo menos uno que tuviera jurisdicción sobre ti, ese sería tu soledad manifiesta a través del silencio.

Pero préstale atención, este juez no está en tu contra, está a tu favor. Si realmente logras sobreponerte al ruidoso silencio que ataca, podrás verte con claridad. No es tan complejo, ¿por qué este silencio es abrumador? Sigue la misma lógica de la luz, si te acostumbras a ver solamente cuando existe luz, no podrás distinguir siluetas en las sombras, todo te parecerá una oscuridad absoluta. Pero basta con relajar los pensamientos, cerrar los ojos y luego, por medio de la aceptación de la oscuridad como un hecho no-negativo, podrás ver utilizando tus ojos. Ocurre de la misma forma con el silencio, el silencio es sabio.

Cuando logres oír el silencio y puedas entender sus palabras, aparecerá un sonido. Este sonido, según he leído, vendría siendo el sonido de la existencia. Sé que suena extraño, pero siempre van a sonar extrañas las palabras que no estén acompañadas de la experiencia.

Los sueños tienen muchas de estas palabras y de aquel sonido. Ese sonido entrega esperanza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En una ocasión me ví en ese silencio. Pero no era solo silencio, junto con él me encontraba envuelta en un espectro negro he infinito. Primero temí, me sentí sola he indefensa, pero esto solo duro un par de segundos hasta que una ola de algo que solo podría llamar amor irrumpió. Seguía dentro del espectro pero sin el miedo podía sentir sus alas acariciandome, envuelta en cariño y protección. Reconocí que no era primera vez que me encontraba ahí, y me reí por haberlo olvidado. Era algo así como volver a estar en el útero de mi madre. Me dio mucho esperanza.