«Tras haber permanecido largo rato ante la puerta del jardín, se dio cuenta de que el deseo que lo había impulsado hasta allí era insensato, de que no podía ayudar a su hijo ni debía apegarse a él. En lo más hondo del corazón sintió su amor por el fugitivo como una herida, pero sintió a la vez que aquella herida no le había sido dada para hurgar en ella, sino para que floreciera e irradiara luz» (Siddhartha, Hermann Hesse)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario