Entonces hay un dios. Se divierte viéndote comer y dormir. Pero pronto se aburre, necesita agregar un poco de emoción al asunto y por eso hace que entre toda la gente encuentres a una persona especial. Sientes que has encontrado a alguien por quien sí vale la pena vivir la vida. Abrazas a esta persona, la besas, la vida es dicha pura y al apoyar tu cabeza en su pecho, el dolor del mundo no existe.
Dios observa, se entretiene, pero comienza a sentir algo nuevo. Dios está celoso, amas a esa persona más que a dios, lo cual es raro porque dios nunca te importó. Pero a dios no le importa si lo amas o no, eso lo tiene sin cuidado. A este dios solo le importa que no ames a nadie más, que no rompas el hechizo del mundo, este dios no quiere que encuentres una salida al ciclo sin fin en el cual es él el único ganador.
Entonces comienza la furia de dios, pero es una furia de largo aliento. Parte de las reglas del juego del mundo es que este dios no puede intervenir en ti, dios no te puede tocar. Por ello se da inicio a una disposición dramática en la cual guía tu entorno para disponer tus ánimos, sería lo que tu llamas mala suerte, pero que este dios llama su voluntad. Este dios ríe, te ve caer poco a poco en su juego, cada vez aumenta su emoción y crece su satisfacción, lo está logrando. Crees que tus sentimientos han cambiado, evitas a la persona que era tu refugio y comienzas a dañar a esa persona. Al mismo tiempo, y dada la habilidad de este dios, la persona que amas también comienza a ser atacada por las circunstancias, un día de lluvia no programado, un retraso de 15 minutos en el transporte y cosas así, porque este dios es sutil, y si su grandeza y poderes se pueden ver en alguna parte, esa parte sería el rol que juega en los accidentes del destino, porque este dios se aburre.
Caes, caen. Ya no hay refugio, ya no hay posibilidades de escape. El ciclo de la vida sigue y ya nadie te ama. Estás en el piso, te retuerces y piensas en dios. Pero ya no eres un estímulo para dios, ese dios se ha aburrido de ti, careces de interés y dios te rechaza. Ya no sientes el amor que te podía salvar y ni siquiera tienes la atención de dios. No existen esperanzas para ti, ese ser humano al que amas se ha ido. El juego ha sido perfecto, pero no para ti.
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