Los años se van sumando y no significa que sepamos sumar.
Una cifra nunca revela el misterio que hay detrás.
He oído lo que hay en el pensamiento vertical, pero apenas puedo con la vida horizontal. Tengo certezas que solo me pertenecen y no cierran un círculo, mas mi mente lo completa y lo mantiene perfecto, le saca brillo para así reflejar mis anhelos.
Pondré de mí lo mejor porque solamente así me acercaré a aquel tópico. Cada día algo se desbloquea, una esperanza, una idea, un sueño, un recuerdo, y se va de la alegría a la pena. Los días están llenos de sabores, algunos oscuros y otros claros.
Ahora también tengo la certeza de un sonido, un sonido distinto. El sol, astro lejano que permite la vida en la Tierra, da luz y crea las sombras, esa estrella tiene un sonido. No sé por qué nunca lo noté antes, tal vez me distraje y solamente vi, cuando había que sentir, con todos los sentidos. El sonido del sol era el mismo sonido que hacía su piel al tocar la mía, era también aquel el sonido de sus besos en mi cuello.
Me concentré en algunos sentidos y dejé otros de lados. Una vida más plena no puede dejar de ser una vida con sentido, y una vida con sentido se vive a través de la experiencia de toda la posibilidad de sentidos que tenemos. Tal vez, de vivir más conectado con la vida, hubiese aprendido estas lecciones cuando valía saberlas bien.
El sol está tan lejos, pero tan lejos. Y a pesar de que esté lejos, aún así puedo sentir su calor con mi piel, admirar su belleza, oler la vida que irradia, escuchar su pasión y, quizás en el futuro, saborear sus besos.
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