miércoles, 8 de mayo de 2024

Troncos y varas

Dio unos pasó y observó alrededor, notando las líneas rectas del lugar. Las seis paredes hechas de madera sostenían algunas ventanas que permitían que se filtraran algunos rayos de sol entre la vegetación que rodeaba el edificio.

Su primer pensamiento fue "un lugar sagrado", para luego refugiarse en la exactitud del hexágono al que daba forma la estructura. En el centro sombrío cortado por algunas líneas de sol, se encontraba un espacio para el fuego sobre el que existía una abertura en el techo para que el humo de un fuego teórico pudiese escapar.

Todos los muros, con o sin ventanas, terminaban con bancas sólidas hechas de un trozo casi continuo de madera, dispuestas para adorar al nido formado por ramas dispuestas y apretadas entre sí, a la espera de arder.

Decidió sentarse a admirar aquel lugar experimentando un gozo tranquilo al recordar el olor de una guitarra de su niñez. Ahí, pese al frío, su cuerpo le sugirió recostarse. En su cuestionamiento de estar a la altura, decidió oír la llamada y se reclinó sobre el banco de madera. La fría y dura sensación lo hizo estar presente en el lugar llegando a otro nivel de consciencia, al tiempo que también lo dispuso a la vulnerabilidad del aire que corría hacia la abertura del techo.

De forma natural, alguien se deslizó en el recinto, siendo un llamado de atención. Él evitó mirar, pues solo por su fragancia ya sabía quién podía ser esa presencia. Mientras tanto, con sutileza y evitando su mirada, ella logró situarlo en el espacio.

Ambos por su parte no buscaron la mirada del otro porque simplemente sobraba en ese instante, en ese espacio. Así dio comienzo a un intercambio de palabras sueltas que se transformaron en frases y luego devinieron en oraciones, todas breves y concisas. Juntos hicieron un tratado sobre la trivialidad de quienes pretenden no profundizar la ruptura del hielo, buscando la salvación.

De haber visto su cara, hubiese notado que su rostro reflejaba los embates de años de travesía en la búsqueda de un algo que no sabía estar buscando. Muy cansada de vagar, mas su voz volvía a ser un juego juvenil, llena de sombras y luces, así como nuevos misterios olvidados entregándose a un mundo de posibilidades.

Algo estaba operando en ella, algo operaba también en él que al instante bajó más aun la guardia, dejándose llevar por la embriaguez de un sueño de verano en el frío y duro espacio que ocupaba. En eso, se incorporó y volvió a sentirse ligeramente despierto. Para no traicionarla, siguió evitando observar su rostro, aunque ahora podía apreciarlo de reojo.

Era un baile, era el respeto de un acuerdo tácito, esquivando y conversando, sin peso y sin profundidad. Ambos danzaban en sus cabezas, sin un observador, solamente siendo lo que eran o habían sido.

Sin cuestionamientos ni palabras, ella lo invitó a salir mientras ella abandonaba el lugar. Afuera el sol estaba más presente y cubría la gran extensión de pasto casi seco de alrededor. Dejaron de conversar, pues ahora no estaban solos en el mundo.

Cerca de ellos un grupo de niños desconocidos para él, corrían y se perseguían esquivando principalmente troncos de árboles.

Repentinamente ella lo miró a los ojos, rompiendo en el acto el pacto que había guiado su encuentro. Desconcertado, solo pudo enfocarse en sus labios. El suave movimiento de las palabras pronunciadas le pedían que observara más allá. Sin entender, vio que ella apuntaba un lugar.

Buscando responder a su deseo, fue hacia un tronco que se encontraba desnudo. Sin pensarlo demasiado, comenzó a escalar usando sus ramas desprovistas de hojas por la estación. Ya a una altura considerable notó que ella apuntaba a un artefacto situado en una rama.

Haciendo equilibrio se posicionó y tomo aquel objeto. Se trataba de un pequeño catalejo dispuesto en una rama. Desconcertado, buscó más instrucciones y ella le dio a entender que debía mirar a través de él.

En eso, los niños comenzaron a gritar alarmados mientras estaba con un ojo cerrado mirando por el aparato. Su alarma era por una araña de rincón en la mano de él. Escuchando los gritos, se despegó el catalejo y encontró una araña en su brazo. Se trataba de una araña inofensiva, por lo que mientras se la sacaba agradeció para sí a los niños por su preocupación.  

Entonces, con los niños ya tranquilos de testigo, se lanzó a observar para entender la visión de mundo que lo llevó allí. Mientras, ella reía con sus ojos observando a los niños a aquel hombre sobre el árbol.

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