Ya me desorienté, ¿dónde estoy?.
Siento algo de frío, pero no sé si sea real. Las sombras, debe ser la poca luz que se cuela por las ventanas. Eso, estoy dentro de una estructura, un hogar quizá. Pero falta un fuego, por lo que no estoy seguro.
Mi mirada se pasea, ¿dónde estoy?
Me encuentro desparramado sobre un viejo sofá. Siento la dureza de sus terminaciones y el olor impregnado de los restos menores de otras vida que han habitado y recurrido a su constitución. El patrón tiene unas flores largas y desgastadas de color verde claro sobre un blanco hueso.
De a poco me incorporo, ¿estuve tomando alcohol?
Es un hogar, ya lo siento. No es mi hogar, pero es el de alguien más, aunque no tenga un fuego. Paseo la mirada por los muros, y caigo en la cuenta de que la debilitada luz del sol señala que es tarde, quizá deba irme.
Estoy mareado, ¿dónde estoy?
Ya de pie me acerco a una muralla. Lo que parecían cuadros resultan ser retratos familiares, pero no de mi familia. Definitivamente estoy en un hogar. Las escenas retratadas son alegres postales de la familia interactuando; hay una mujer con sus hijos, tres niñas y un niño. En todas las fotografía ríen, casi como si dieran vueltas de la mano alrededor de la cámara. Falta alguien y debe de ser la persona que capturó esos momentos.
Entonces lo entiendo, ya sé dónde estoy.
No sé cómo llegué, pero habitar ese espacio es lo más cercano que estaré a esas personas. Lo sé con la certeza de los sueños.
Tengo que salir, pero está anocheciendo y tengo frío. Quizá me quede más tiempo, aunque sé que no es mi hogar.
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