domingo, 21 de abril de 2019

Llamado a la acción

¿Quién nos robó las ganas de vivir y cuándo?
Pequeñas señales se amontonan a tu alrededor, dispersas y latiendo espaciadamente como las ondas en el agua. Esas poderosas imágenes, espejismos de las sincronías que el universo juega a entregar, no son suficientes. No, no lo son, pues sin la decisión de ser no son más que los adornos del tiempo.

Las redes sociales y sus momentos, muchos caracteres intercambiados repletos de sentidos inconexos agotan el momento de crear. La intensidad superflua descarga el impulso creativo y desgasta el alma que se retuerce en la confusión de tal o cual emoji.

Una vieja pregunta reaparece en sueños: "¿nos reconoceremos?", mientras un decidido conejo juega en el borde de una jardinera, dando vueltas y explorando lo que viene a ser el fin. Está en la orilla y en cuanto le observas, devuelve una mirada piadosa y desafiante para arrojarse al abismo, sin miedo.

Encontrarse, reconocerse y perderse puede ser el ciclo natural de las cosas en los tiempos en que vivimos. Pero hay algo que no calza, una palabra inesperada o una intensa mirada que ya no observas. Esa certeza, esa seguridad, ese calor, esa apuesta, ese conocimiento inicial, antes de conocer; todo ello convive con el desamparo.

Nadie nos robó nada. Somos responsables de lo que somos y nos ocurre. Somos responsables de nuestras ganas y de orientarlas donde corresponde y a donde responden.

También somos responsables de reconocer el llamado a la acción y actuar acorde a nuestros sentimientos, de crear lo que no existe. Y precisamente, en esto no miento, siento las esperanzas como el calor que brota del sol, porque un pequeño secreto habita en mí.

Hay un satélite natural que me atormenta. Dice que busque y rebusque, habla de filosofía y libros que aún no he leído; habla de una rosa blanca y un paquidermo, de 500 palabras vagabundas y de ver el mar, aunque sea por 15 minutos. Habla y sus palabras son un abrazo que calma.

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