domingo, 22 de diciembre de 2013

La hechizada

Si se lo preguntan ella responde «nunca estuve enamorada», lo cual puede ser o no acertado porque, para ser honestos, no se ha pasado mucho tiempo de su vida pensando y evaluando cómo van las cosas. Sus mutaciones genéticas son su orgullo, cabello rojizo y ojos azules.

Ella no hace deporte, pero camina. Camina bastante, sobre todo mientras pasea a su perro por las calles que rodean su morada, dos veces al día. Un cigarro, tomado con la punta de los dedos, es obligatoria condición para desarrollar la actividad. El perro no es suyo, es de su madre. Con cariño habla de ella como «Endora» y es que ese es todo el alcance de siempre haberse sentido la bruja de la hechizada, porque no ha habido ningún Darrin que dé el peso.

Tiene ideas sobre política que vomita cada vez que puede, son ásperas y para ser justos, se condicen con su propia experiencia. De todas formas le produce satisfacción el que su verborrea saque ronchas.

«Nunca quise tener hijos» es un pensamiento recurrente en su cabeza, pero ni ella misma podría asegurar que así sea. Respecto de sus parejas se puede contar solamente una con la que estuvo más de cuatro estaciones, y es que como ella misma dice «me he encontrado puros perdedores». Tiene sus sospechas, pero nadie le enseñó a ser responsable con aquello que no sale de su pensamiento y es por esto que externaliza las culpas y se lava las manos con una tranquilidad envidiable.

Dicen que a un perro viejo no se le pueden enseñar trucos, lo cual no es verdad. Un perro viejo tiene la misma capacidad potencial de aprender que otro no tan viejo. La diferencia radica en que el perro viejo asocia lo nuevo con muchas de sus ya enraizadas experiencias previas y por lo tanto lee de manera distinta la realidad. Y es precisamente lo que ocurre con ella, su regla para medir al mundo y a las personas no la deja escapar de sí misma, pero no lo sabe y tal vez a esta altura del partido lo mejor es que no lo sepa.

Sus amistades ya no son tan amistades como antes, todos han continuado con su vida y se han constituido con sus proyectos de familia, lo cual cambia las prioridades. Esto le ha traído como consecuencia estar desilusionada de los afectos en general. Ni en su seno familiar se salvó de las asperezas de las relaciones humanas. Su «padre biológico», como ella diría, no estuvo para ella cuando lo necesitaba y ya no lo está, a pesar de que trató de compensar su falta de presencia, pues la muerte baila con él desde hace ya 14 años.

Existe una incontrolable sed en ella, el tacto y la piel, pero solo como eso. Nada real, nada emocional, es todo a lo que puede aspirar. Y es que a sus 45 años ella no quiere ser el proyecto de nadie y nadie la quiere en su proyecto. Ya aceptó su "destino", o lo que ella piensa que es su destino. Y es que con el tiempo y con la vida te vas rindiendo, pero la desesperación no abandona. Al menos la de ella es una desesperación ciega y muda, un suspiro, lo cual le permite evadir la responsabilidad de sus acciones y seguir igual.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gusta tu percepción