¿A qué se debe ser débil?
En la miseria, las casas no lo eran tanto.
En el peligro, el miedo no era tanto.
En el piso, los perros disfrutaban.
A veces se habla de los que tienen menos, de los que miran sus manos llenas y de quienes sufren; la verdad es que el sufrimiento no es tanto, pero las condiciones deplorables son innegables: innegables mas no insufribles. Se puede vivir, pero hay una esperanza que persiste, hay un horizonte inalcanzable que se presenta, que habla con los dioses del pasto y la pasta.
El ideal se presenta, es la solución, es la oportunidad de cambiar los malos hábitos.
Pero la realidad se encuentra disfrazada, la esperanza nunca fue una promesa. Una promesa para calmar los nervios, una promesa para vivir en la miseria, una promesa para la tranquilidad de la conciencia en la mediocridad. Una promesa que supone saltar por sobre la injusticia y que en realidad no es tal. El cambio está en cada uno, no en alguien más, no en un algo más, no en dioses que buscan porotos. Salir de los ciclos viciosos está en el potencial de cada cual, en la responsabilidad personal por uno mismo, por los demás y para uno mismo.
Es el flujo del yo hacia el otro que siempre vuelve hacia el yo; somos lo que optamos y podemos, no somos solamente algo que nos pasa. A nosotros la vida no nos pasa, nosotros le pasamos a la vida.
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