lunes, 30 de mayo de 2016

Apertura momentánea

Hace unos años emprendí un viaje. En aquel entonces buscaba rescatar y fomentar lo poco de seguridad que habitaba en mí.

Años han pasado y si bien a la luz de los hechos desearía haber actuado de una forma distinta respecto de situaciones relacionadas con el apego y control, aún así, cuando el recuerdo de esa experiencia aparece no puedo evitar sentir bocanadas de orgullo que penetran en mis pulmones como gélido aire de las montañas.

Y es que el invierno, tres o cuatro meses, la montaña, la lengua, las personas y el trabajo. Es difícil evitar centrarse en un tema y no exaltarlo, incluso haciendo el esfuerzo de no hacerlo. Y es que plantear la vida y situar las perspectivas siempre conlleva el egoísmo de las palabras, la totalidad de lo dicho y lo no dicho. De todas formas, no fue un viaje épico ni nada por el estilo. Solo fue un viaje mítico al centro mi experiencia, encerrado en mi moral y cubierto por mi piel.

Meses atrás comencé un nuevo viaje. En un primer momento quise escapar de mi realidad. No es sorpresa, en la vida ocurren ciertas situaciones que parecen imposible de poder afrontar, y en mi caso la cobardía afloró y me llevó a querer desaparecer del mapa, hacer un cambio radical. Las cosas no son tan fáciles como en la teoría, y mis deseos se vieron frutados por un cambio de fecha y lo limitado de los cupos. Todavía me reprocho aquella actitud. Aun sabiendo que era la salida fácil, quise con todas mis fuerzas escapar de la realidad, de mi vida.

Pero si de algo nos sirve el tiempo, es para entregarnos experiencias a través de las cuales podemos aprender, y vaya que aprendí durante ese tiempo. Ya repuesto, un año más tarde, los deseos de viajar persistían, mas esta vez la motivación era distinta. Soñé con la vulnerabilidad de existir en otro territorio, totalmente alejado de mi ciudad, de mi familia, mis amigos, la seguridad de lo conocido. Y es que siempre he sido tremendamente inseguro, a tal punto de dudar de todo lo que realizo.

Por ello, a modo de vacuna, me figuré que viajar a otro país por mi cuenta, exponiéndome a lo desconocido, sin nadie que me pudiese salvar en caso de apuros, sería la oportunidad ideal para hacer crecer aceleradamente a la persona que los demás llaman Francisco.

Y hasta el momento la verdad es que me siento satisfecho. De hecho, podría decir que la satisfacción apareció apenas un mes o dos de estar aquí, por lo que desde entonces cada experiencia ha ido agregando lo suyo al pozo total de lo que este viaje me ha entregado, entrega y entregará.

Quizás un de las enseñanzas que puedo plasmar en este preciso instante para compartir, a riesgo de sonar cliché, es que nunca estaremos solos.





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