martes, 29 de octubre de 2013

Para ser sincero

Ahora no tengo ganas de escribirte.
Ya me basta con los sueños.
Y los pensamientos.

domingo, 20 de octubre de 2013

Los pelos de punta II

El contacto se dio y entonces se sucedieron conversaciones hasta altas horas de la madrugada, dulzura en el pensamiento y viajes astrales con el corazón en la mano.

Pasaron unos días y el plan fue vernos el viernes siguiente. Fuimos a ver una película de terror, ya no recuerdo el nombre aunque se me viene a la cabeza la imagen del cartel. Eso sí, íbamos con la chica de los pelos de punta (para mal), pero eso no importaba mucho porque yo añoraba a la chica de los pelos de punta (para bien).

Antes de que ellas llegaran yo figuraba en el cine, con el corazón latiendo como si hubiese estado corriendo, con las manos sudorosas y un dolor de estómago, el set del nerviosismo. En cuanto la vi, mi vista se cerró sobre ella. Es curioso y no sé si a todos les ha pasado alguna vez, pero a mí me ha ocurrido esto en particulares ocasiones en mi vida. Era como si el mundo respondiera a un solo punto de fuga, que era ella. Y todo lo demás era solamente la sobra de la realidad, todo lo demás era lo borroso que ves por el rabillo del ojo. Y ella al centro de lo que veía.

Nos saludamos, mi corazón y mi estómago estuvieron totalmente pendientes de su olor y tacto: seguía siendo dulce y suave. Entonces no podía descartar que la realidad fuese un sueño, pero al menos estaba seguro de que era parte del sueño y eso era importante.

Compramos cabritas y bebidas estando ya dentro del cine, y en un instante extraño y mágico, nuestras manos se rozaron con ternura, pero de manera fortuita. No era imposible tocarse, los dos lo supimos y luego nos dimos la mano a voluntad. Eso era galopar a toda velocidad siguiendo el ritmo del caballo. Fuimos cómplices.

Nos sentamos juntos a ver la película y al final de la misma, no teníamos idea de qué se había tratado, pero eso no nos importaba. La única persona que alegaba era el mal tercio que nos acompañaba, pero eso se solucionó muy fácilmente dejándola fuera de cualquier plan a futuro.

Quedamos de vernos al día siguiente en su casa. No puedo decir que me encontrara nervioso, no, estaba ansioso y con la adrenalina por las nubes. Esa noche no dormí mucho, pero la fuerza de su gravedad me hacía gravitar en su órbita y el sueño no era un problema en ningún sentido.

Partí temprano a su casa, hice el mapa y anoté las micros. La quería ver, el día era precioso, pero iba a conocer a su familia. Sabía que eso podía representar problemas, pero mejor afrontar las cosas de buenas a primeras que dilatar potenciales conflictos.

Llegué, nos abrazamos, nos besamos (era algo que en ese punto ya hacíamos) y entré a su casa. Olía extraño. Siempre huele raro, para mí, cuando entro en una casa nueva. No sé si a los demás les pasa en mi casa, pero por lo menos a mí me atonta un poco el olor de una casa que no conozco. Olía extraño, pero no era desagradable.

Conocí a sus padres y hermanas, todos muy simpáticos. Nos fuimos al segundo piso donde estuvimos viendo tonteras en el computador mientras inventábamos excusas para besarnos. Luego estuvimos en el sillón sacándonos fotos y así pasó el día. Nos llamaron a almorzar, yo no tenía hambre. Lo único que tenía era un dolor de estómago, pero un dolor positivo, que pedía a gritos volver a conectarme con su boca.

Tal vez este relato no suena mágico de forma alguna, pero tengo que decir que el sentimiento que acompañaba a todos estos cotidianos momentos era el de estar flotando en un sueño. En varios momentos me veía a mí mismo desde fuera y no podía creer lo que estaba ocurriendo. Nada de esa escena parecía ser real. Ella no era real y yo tenía un miedo horrible a despertar.

En este influjo onírico fuimos a pasear. Anduvimos por calles y plazas que no conocía para nada, y en algún momento nos sentamos en una especie de banca de ladrillos. Allí tomé aire e hice lo que mi corazón-estómago me exigía: me agaché y apoyé una de mis rodillas en el piso y la miré desde abajo. Me sentía ridículo y eso era bueno. Me daba no sé qué que a ella le pareciese patético mi acto, pero necesitaba hacer lo que sentía de la manera en la que lo sentía, porque esa es la única forma de expresar el interior mágico en una realidad que está demasiado definida. Ella se lo tomó muy bien, algo nerviosa, pero feliz.

Hay palabras y miradas hermosas que no incluyo en este relato porque son tesoros preciados que se resguardan en la verdadera intimidad, pero basta con decir que aquel día a las 18:06 le pedí pololeo y ella aceptó.

Esto ocurrió hace unos años un 20 de octubre.

lunes, 14 de octubre de 2013

Los pelos de punta I

Era una época difícil para mí.
A comienzo de ese año tuve una especie de conflicto: mi mejor amigo y mi mejor amiga se hicieron pareja, mientras a mí secretamente me gustaba ella. Resultado de esto, me distancié de ellos. Lo catalogo como una especie de conflicto porque la verdad es que nadie me pidió nada y todo trató de un caso estúpido de ego, mi ego. Esto sucedió en marzo o abril de ese año, mi último año de colegio.

Esta situación hizo que tuviera meses de una soledad que no era como la que acostumbraba a acompañarme. Esa fue una soledad nueva y más profunda, con un profundo sabor a derrota. Fui el perdedor que siempre sospeché, ya no eran ideas paranoicas, los hechos hablaban por sí mismos y se burlaban de mí a todas horas.

Por esta misma situación decidí ir a unos trabajos de invierno que daban en mi colegio en Calle Larga. Fue una experiencia divertida. Claro, ocurrió lo típico de que me cansé de las personas y me hastié de esa excesiva necesidad de algunos de tener evidencia fotográfica del asunto, pero esas cosas pasan. En esos trabajos de invierno me distraje bastante. No me atrajo ninguna chica de allí, todas me atraían de una forma pasiva, era esa atracción que solamente fomenta la amistad. Mi cumpleaños cayó en esos días de trabajos, fue genial. Nunca antes me había sentido tan acompañado en esa fecha. Para mí siempre los cumpleaños eran motivo de tristeza, supongo que el hecho de tener mi corazón dividido en dos lugares para celebrar, debido a la separación de mis padres, influyó en algo. De todas formas tengo un recuerdo eufórico de aquella celebración, porque no me lo esperaba.

Tan inesperada fue que incluso dos profesoras llegaron ese mismo día, habían aprovechado el fin de semana para visitar los trabajos. Ellas dos eran mis profesoras favoritas y llegaron con una torta. Me alegro de solo pensar en esto.

También conocí harta gente en esa experiencia. En el colegio siempre me costó socializar con gente menor que yo, no sé, tenía esa sensación de que los menores eran inferiores o tal vez eran competencia, la verdad es que no lo tengo muy claro.

Acontecimientos memorables después de eso no hubo muchos. Eso sí, una de las chicas que conocí comenzó a hablarme. En ese tiempo no existía facebook (por suerte), así que el medio de comunicación por excelencia era MSN. Esta chica me agregó y comenzamos a hablar. La verdad es que ella no me cayó muy bien en los trabajos, la encontraba patuda. Según yo, ella era de esas personas que al trabajar exigen más de lo que ellos mismo rinden a los demás, lo que crea un ambiente de trabajo asqueroso. Además ella era bastante obsesiva, cualidades que me saturaron horriblemente en los trabajos esos. Pero después, con el tiempo, le di otra oportunidad, total no tenía razones para acercarme demasiado.

Así mantuvimos contacto, con distancia de mi parte. Eso sí, no podía evitar sentirme algo incómodo con ella. Tenía la sensación de que yo le gustaba y eso me erizaba los pelos del cuerpo para mal. Mala persona no era.

En octubre andaba con el bichito místico. De vez en cuando llego a diferentes libros y cosas así que hablan de la espiritualidad. En ese tiempo estaba con el tema de las vidas pasadas. Se dio la casualidad de que mi mamá y su pareja salieron para el fin de semana largo que se dio por el día de la raza. Digo que fue casualidad porque ellos nunca, pero nunca, salen de casa. No sé si por no confiar en mi hermano y en mí, o porque realmente no tienen ese tipo de aspiraciones. La cosa es que también mi hermano se fue a algún lugar, no lo recuerdo. Por eso me quedé absolutamente solo ese fin de semana.

Fue el sábado de ese fin de semana. En ese mismo momento leí "Muchas vidas muchos maestros", uno de esos libros bien místicos en el que contaban distintas experiencias respecto de las vidas pasadas. Mientras leía este libro en el computador, versión pirata claramente, me comenzó a hablar esta cabra media extraña. Dado que el libro me tenía en la onda mística, surgió una apertura en mi mente, así que le contesté y así comenzó la conversación.

Mientas ella respondía yo me dedicaba a leer este documento de word que me ha dado por llamar libro. En eso me cuenta que está con una amiga, no le di importancia. Según mi lógica si la amiga la soportaba, entonces ella debía ser igual de rara. Así que seguí con la lectura mientras le contestaba las preguntas a ese par de féminas virtuales.

En algún momento pusieron la cámara web, las de ese tiempo estaban llenas de puntitos. No me exalté, minimicé la ventana y seguí leyendo mientras se conectaba la imagen. Después de unos minutos en los que la ventana de MSN parpadeaba, abrí la ventana y vi a la chica que conocía, la loca esa, y al lado estaba su amiga. Recuerdo que me comenzó a latir el corazón rápidamente, no lo sé, fue algo loco. Era una chica de una cierta cara sincera, eso podría decir. Me cuesta describir el recuerdo que poseo al respecto, y de seguro no le haré justicia alguna, pero lo intentaré. Su pelo era castaño y a pesar de la pixeleada imagen, puedo jurar que lo veía brillar. Además usaba lentes y su sonrisa era algo, su rostro en general, esa mirada y esa boca. Ella era dulzura. Así que como era de esperar, dejé de leer. Debo confesar que entré en pánico. Tengo la cualidad de que cuando no siento interés por alguien, no me inmuto con conversaciones o lo que sea. Mi timidez aflora en forma de una estupidez completa en cuanto siento interés, y por esta flaca me volví bastante loco en el momento. Eso sí, mi estupidez tiene una particularidad que juega a mi favor. Cuando estoy en esas situaciones, en mi interior soy un estúpido de pies a cabeza, mis palabras y pensamientos se tropiezan y se vuelven púberes, ni yo mismo me soporto. Pero esto no se nota en el exterior, o eso es lo que me han dicho, por lo tanto finjo que no me doy por enterado de mi propia imbecilidad, total que nadie más la conoce. En este caso puntual seguí fingiendo que leí el libro, le había contado a las chicas estas que estaba leyendo, y en realidad lo que hice fue mirarla a ella y pensar mis respuestas. Quería parecer interesante y también quería ganar tiempo para responder adecuadamente a las preguntas que me formularan. Tal vez no lo expliqué bien, pero ellas también me veían por la cámara.

Hablamos un rato, no mucho, no mucho para mí al menos. Se tenían que ir, pero me propusieron que fuéramos a comer a un mall. Dudé, ¿por qué? Simple, tal vez ella me atraía por la cámara y en persona no, yo no quería romper esa ilusión con un golpe de la realidad. Pero claro que dije que sí, estaba con la guardia baja por el libro de vidas pasadas ese, qué otra cosa podía hacer después de leer sobre gente que moría y moría y se encontraba con las personas que amaban en distintas vidas.

Fui al mall al otro día. Tengo manías, muchas. Y una de esas es intentar no hacer esperar a las personas, así que llegué antes. Era un día en que estaba a punto de llover, por lo que fui con unos pantalones impermeables de como cinco o seis tallas más que mi talla porque eran el resabio de la vida hiphopera de mi hermano, y a mí me gustaba esos pantalones aunque me avergonzaban. Entonces me senté en unas escaleras a una distancia de unos 10 o 15 metros del lugar específico en que nos íbamos a encontrar. Esperé unos 10 minutos y reconocí a la tipa que me ponía los pelos de punta, de una manera mala, y a la que debía ser por lógica la flaca que me ponía los pelos de punta, pero de una buena manera, al menos por internet. Me di mi tiempo y me quedé quieto observándola. Tenía la idea de que si en persona no me gustaba, iba a arrancar, no me importaba mucho la amistad de la tipa esa de mi colegio, como lo dije antes, me daba nervio. No recuerdo muy bien si estaba con chaqueta o no, por lógica debía tener algo para abrigarse y en realidad recuerdo con qué ropa andaba ella, pero lo que sí recuerdo son sus pantalones. Qué bien le quedaban. O sea, no solo tenía una hermosa expresión de dulzura, sino que además era capaz de darle una exquisita forma a esos pantalones. Obvio que me acerqué. 

Las saludé, primero a la loca, no me importó mucho, y luego a la chica de internet. Cuando la besé en la mejilla sentí su olor y la suavidad de su rostro. Me maldije por ser tan hormonal y estar con espinillas y no poder brindarle la misma suavidad. Todavía recuerdo su olor, pero no me es posible describirlo. Mi memoria olfativa se lo apropió y se lo reserva.

En fin, fuimos a comer a un lugar que no conocía y en realidad no conocía ningún lugar de comida salvo las típicas cadenas de comida rápida, así que es tonto que diga que no lo conocía. Bueno, ellas dos se pusieron juntas en la mesa frente a mí. Conversamos mucho y tenía dos sentimientos principales: uno era la realidad angelical, que hacía que mi corazón saltara de alegría, de tener a esta flaca tan exquisita frente a mí prestándome toda la atención del mundo mientras yo le daba toda la atención que tenía de vuelta. El otro sentimiento era de muerte, quería matar a la tipa que hasta el momento era solamente loca y que con el paso de los minutos pasó a ser un estúpido estorbo. Ella no tenía nada que hacer ahí, éramos nosotros dos en el planeta y ella un accidente, pero nadie le había contado así que podía fingir y no darse por enterada. Por eso interrumpía todo lo que decíamos y trataba de tomar control de la situación.

Entonces ocurrió el milagro de la coca cola, o lo que haya tomado ella, y la lunática tuvo la urgencia de ir al baño. En menos de 10 minutos nos conectamos de una manera muy, muy sólida. No expondré lo que hablamos porque no creo que sea pertinente, y lo importante es que tuvimos una conexión instantánea caracterizada por una extraña y hermosa confianza. Para mí ella era bella, delicada, suave, dulce, interesante... Ella era a quien esperaba, eso quedó claro tras esos minutos de calma y soledad que tuvimos.

No ocurrió mucho después de que la loca volvió a la mesa. Digo, claro que yo iba en el séptimo cielo volando y amando a esta flaca suave y dulce, absorto en su mirada y latiendo con cada una de sus palabras.

Entonces llegó la hora de la despedida, las iban a buscar al estacionamiento así que como todo el caballero que soy, otra de mis manías que no se relaciona con el machismo sino con el simple hecho de atender a las personas por jerarquía de importancia en la cual las mujeres siempre están primero, las fui a dejar al punto de recogida. En el camino se adelantaron y la loca le murmuró cosas a la flaca de mis ojos, pero yo hice como que no entendía nada porque en mí habitaba el estúpido que podía cometer algún error y quedar en evidencia, así que dejé pasar eso. Me despedía, hubiese matado a la loca porque me quitó un segundo de mi atención que solo le pertenecía a la flaca. Y luego la despedida con la chica de la dulzura, beso en la mejilla y roce de brazo: su olor y su suavidad nuevamente, éxtasis.

Volví a mi casa, me bajé antes de la micro. Esto había que degustarlo con una caminata. Y la caminata se volvía corrida de alegría, el mundo tenía sentido. La vida era bella. No lo pensaba, lo sabía.

Esta historia ocurrió hace unos años un 14 de octubre, nombrado como "el día del conocimiento".