JUEVES, 28 DE ENERO DE 2010
«Mi pie
no es tan bonito como otros pies. No es que no esté, en cierto sentido,
agradecido de no tener un dedo extra o algún tipo de cojera, porque en realidad
sí, efectivamente, mi pie es funcional, pero no tiene una buena apariencia.
Está bien, el dedo pequeño de mi pie derecho tiene una forma que podría llamar
“normal” con su uña proporcional, es pequeño como debería ser todo dedo. El
problema es cuando hablamos del dedo gordo de mi pie derecho; de partida no es
igual que el del pie izquierdo, eso ya da para pensar que no es normal. Pero lo
peor no es eso, lo que me colma como persona y causa mi descontento en realidad
es que el pobre dedo, que a este punto ya es uno maldito, está triste. Es un
dedo infeliz y lo sé, sus gestos lo dicen todo, y lo que pasa es que la
felicidad que irradia el dedo pequeño hace aún más notoria la desazón del dedo
mayor, se palpa su tristeza y amargura.
Pensando
algo ya más profundo, sin dedos tristes o felices, la forma del pie es “buena”,
pero algo redonda, lo que me ha traído muchas bromas al respecto a lo largo de
mi vida: “pie de empanada” y el sufrimiento era para mí o mi pie, no lo sé. En
fin, los pies son todo un tema, al igual que los brazos y piernas. Sobre todo
las piernas, y las caderas que tanto me hacen volar en el pensamiento. No digo
que piernas y caderas lo sean todo, pero al menos cuando no es importante
conocerse, cuando el momento es fugaz, es agradable disfrutar de una vista
privilegiada, aun que…
Antes
de ese punto, me gustaría presentarme como un personaje de ficción y netamente de
ficción, que no pretende nada más que dar a conocer una historia de ficción, la
que dentro de una misma ficción, se transforma en la realidad de mi propia
ficción. Mi nombre (ficticio) es Roberto, pero me dicen Alfredo. Sé que es
raro, y siendo mi propia historia ficticia pude haber inventado algún nombre o
por lo menos haber omitido mi apodo (nombre) que no coincide con el nombre que
mis padres me dieron, pero lo que pasa es que existe una historia detrás de ese
nombre que reemplaza a mi verdadero (ficticio) yo, una de esas historias tan
jocosas para quienes las oyen y vergonzosas para la víctima, por lo que no la
pretendo contar, alguien tendrá que hacer un libro (ficticio) sobre aquella
burda y prostituida historia sin sentido… Pero me siento difícil, no me gusta
sentirme difícil. Creo que tal vez sería bueno incluirla en este manus-… No,
esto está escrito cibernéticamente, por lo que en una de esas podría ser un
tecla-escrito o alguna palabra new age, bueno mejor no me preocupo de esas
cosas, hay que tener en cuenta la ficción presente aquí por lo que no me haré
problemas en inventar palabras.
Como
dije, mi nombre es Roberto y me llaman Alfredo, así como los fetuccinis, y creo
que ya me presenté. Mi edad es indefinida, como supuesto lector o robot que
lea, como sea, qué edad tengo o tal vez no, la verdad es que no es algo
importante a menos de que la edad te importe y si te importa es porque es uno
de tus problemas. Deberías de hablar con alguien de ese problema, preocuparse
de la edad cuando recién conoces a una persona puede ser una forma de prejuzgar, porque al menos yo conozco
personas de treinta y nueve años que se comportan como púberes y hacen
pendejadas como idiotas de veintidós que se comportan de la misma manera, y por
otro lado he conocido a otras personas de quince con actitudes de alguien de
cuarenta. Con esas personas uno siente que se repartieron mal las cartas o que
en realidad el observador es el que está mal, una de dos o todas de una. Pero
como vivo mi vida (ficticia) en primera persona, puedo ser todo lo egoísta que
quiera y pasar a llevar al resto diciendo que el mundo está mal y no yo. Aunque,
nuevamente me fui por un pequeño hilo, como esos con los que hacen los chalecos
de alpaca que compran los estúpidos gringos a precios elevados, es tan fácil
hacerles el truco que abusan de ellos, no sé quiénes son los tontos ellos o los
abusadores, pero sacando las cuentas y en el mundo idiota en que vivimos el más
“vivo” es el que gana, no estoy de acuerdo. Creo que esa clase de “viveza”
deberían de exterminarla, pero no soy valiente como para tomar mi decisión y
responsabilizo al resto dejándoles la tarea difícil y ardua. Como sea,
nuevamente se fue la maldita historia que quiero contar (inventar en mi ficción)
ahora, en este momento.
La
verdad es que no es una historia, ni una ficción. Esto trata de algo que me
sucedió a mí, Alfredo, o sea, Roberto E- - - - (mi apellido). Me
retracto, no es algo que me sucedió, es algo que está sucediendo porque la vida
es ahora, el pasado es pasado y está pisado, así como esas canciones que no
aparecen más que en frases de vez en cuando.
Hace
unos meses tomé una decisión, mandé al mundo que me rodeaba a otra órbita,
cerca del baño para los que me entienden, no sé si es tu caso lector querido
(sí, te quiero; no mucho, pero te quiero o te tengo cariño, no sé cómo ser
universal). Las cosas en mis círculos estaban complicadas, el mundo era un
atado de cuerdas que no tenían ni principio ni final, y ¿qué hace la gente
valiente cuando tiene problemas? Corre, y el que no lo hace, muere.
En fin,
me arranqué de mi patria y me erradiqué en un país “libre” (ficticiamente).
Estados Unidos es un nombre muy largo y no me agrada el peso que tiene como
país o nombre de país, por lo que de ahora en adelante me referiré a este
lugar, en donde ya llevo un mes y medio, por el nombre de Forlorn, el país de la libertad. No sé si tú lector estás informado
al respecto del “sueño forleano”, si es que sabes algo acerca de éste, lee
rápidamente las líneas que vienen a continuación. Y si por el contrario, no
tienes idea alguna al respecto, estate atento que voy a dar clases sobre el
tema.
Primero
lo primero, Forlorn es un país que está norte de Pimentón, mi patria de la cual escapo. Ambos países se encuentran
en el mismo continente, pero no recuerdo el nombre en este momento por lo cual
y sin ninguna intención de no comprometerme en algún tipo de enredo o lo que
sea, lo omito; se me olvidó y eso pasa, vive tranquilo. Podríamos decir que
Forlorn es el país del norte, mientras que Pimentón, en el sur, es un país
peculiar y no me confundí con las letras, así que relájate lector. Prosigo,
Pimentón fue conquistado por España y Forlorn por Inglaterra, es por eso que en
Forlorn se habla español y en Pimentón inglés.
En
Forlorn se logró la independencia tempranamente, alrededor de no tengo idea,
pero ocurrió antes que en los países del sur conquistados por los españoles.
Entonces, Forlorn se desarrolló como potencia mundial y tras un par de guerras
o algo así, que no forman parte de mi vivencia (ficticia), la economía y los
avances, bla y bla, llevaron a que se desarrollara una sociedad hija de hippies
y con buenos sueldos. Por otro lado en el sur, guerras infructuosas,
subdesarrollo y la historia pero al revés, llevaron a una serie de dictadores y
por ende varios hippies frustrados viviendo para trabajar. El cuento es que
Forlorn es un país donde abunda el trabajo, y por supuesto que se contrata a
los inmigrantes a muy bajos precios, por lo que el trato es justo.
Ya que el
hippismo de Forlorn es latente, en aquel país se usa hablar de la libertad así
como el fetiche de todos, y por ello se autodenominaron como el país de la
libertad en donde los hippies frustrados del sur con sus dictadores pueden
escapar de sus inmundas vivas para realizar y tener su propio pedazo de tierra
en el país de la libertad (o libertinos hippies) para así realizar el “sueño
forleano”, que claro, viene con la alegría y felicidad pero en porciones de
comida de avión comercial (clase económica).
Entonces,
ahora que está claro lo del sueño que inútilmente expliqué, puedo continuar con
mi falta de historia. Las verdaderas razones de por qué decidí escapar del
mundo aún no las veo claramente como me gustaría, pero creo que puede estar
relacionado con que (a enumerar): -uno- le debía dinero a un par de personas,
-dos- una novia que me dijo que estaba embarazada mientras sus padres me
gritaban toda clase de improperios, -tres- la muerte de mi hermano menor
después de haber sido mordido por un zorro con rabia en medio de una reserva
natural, -cuatro- mi otra novia se enteró de mi futura (supuesta) paternidad,
-cinco- la lavadora de ropa se estropeó, ya no lavaba como antes. Creo que esas
son todas las razones que puedo enumerar en el momento, si en algún momento
recuerdo otra, no dudes lector que te la haré saber, así de obsesivo me siento
y me pienso.
Sé que
he puesto bastantes estupideces ya y aún no comienzo con la historia, pero
quiero regalarme el hecho de tomar tu atención y jugar con ella lector. En cierto
sentido, es el poder que tengo sobre ti, claro, a menos de que tomes estas
páginas las guardes o en el mejor de los casos las uses en el baño cuando te
falte el papel higiénico. De todas maneras quiero abusar de tu paciencia para
hablar sobre las piernas y las caderas. Tengo bastante claro que unas piernas
contundentes y fornidas no lo son todo, no, esas piernas bien formadas necesitan
de unas caderas que les hagan juego. Y es obvio, cuando hablo del “juego” me
refiero también a un trasero (sin mencionarlo) que esté levantado en la
proporción justa. Aún así, teniendo el conjunto, debo decir que hay algo más
que falta pero que no se toma en cuenta para los calendarios colgados en la vulcanización
y es que la actitud de vida, así como el rostro, poseen un atractivo que es el
que realmente articula el movimiento del juego de caderas y piernas (plus
trasero). Algo así como esa frase prostituida de que “los ojos son las ventanas
del alma”, no sé si sea tan cierto, pero al menos puedo decir que cuando cotizo
a una fémina (en el sentido de observarla) veo más allá de lo evidente; podemos
hablar de que tiene un bueno culo, sí, unas buenas piernas, también, pero si no
tiene la “actitud” y uso esa palabra a falta de otra palabra que llene o
rellene de mejor manera el sentido que se está forjando en mi cabeza. Continúo,
es la actitud lo que llena y me hace pensar en ella siendo mía, esto no
solamente en el sentido carnal como se podría llegar a figurar usted lector,
no, a menos que tomarse de las manos sea algo carnal, lo que no debería de ser
incorrecto porque es juntar carne con carne. En fin, con la actitud correcta la
imaginación se activa y juega por rincones, a veces, desconocidos, configurando
mapas y fotografías en la que somos una pareja feliz o un par de individuos que
han satisfechos sus respectivas necesidades y se separan a continuación.
A veces
puedo llegar a sentir sabores con el solo hecho de entrar en contacto visual, y
aunque suene pervertido (y en ciertos y variados sentidos lo es) debo decir que
yo, Roberto, soy una persona “tranquila” en el ámbito hormonal y la calentura
no me domina (demasiado) a diferencia de la manera en que gobierna a otros,
pero aún así creo que el erotismo (por no usar la palabra sexo, a la que temo y
espero que tú lector también lo hagas) es una parte esencial de nuestra
animalidad y es el motivo de las más grandes acciones que se han gestado en el
mundo, ya sean en el ámbito de las artes o en el de la guerra.
La
justificación de estas últimas líneas va de la mano del hecho de la necesidad
de comprometerte lector con una visión (ficticia) de lo básico en un mundo de
Roberto y que en cuanto aparezcan o sucedan ciertos hechos se verá la utilidad
de estas explicaciones que por ahora no vienen al caso y que parecen provenir de
la mente desquiciada de algún forleano o pimentoneano virginal y obsesivo.
Lo
siento»
1 comentario:
vi los primero dos parrafos, tienen su toque alfredo!!
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